Revolución: una historia intelectual by Enzo Traverso

Revolución: una historia intelectual by Enzo Traverso

autor:Enzo Traverso [Traverso, Enzo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


Figura 4.21. C. L. R. James en 1939.

Ese fue el camino seguido por dos jóvenes intelectuales de Trinidad: George Padmore, que a mediados de los años veinte emigró a Estados Unidos, donde se incorporó al Partido Comunista, y el propio James, que en 1934, en Londres, adhirió al marxismo. Un año después, ambos estaban profundamente involucrados en la campaña internacional contra la guerra en Etiopía. James sostuvo que se había hecho marxista tras leer la Historia de la Revolución Rusa (1932), de Trotski, y La decadencia de Occidente (1918), de Oswald Spengler[598]. En tanto que el manifiesto del conservadurismo alemán escrito por este último describía el agotamiento de la civilización burguesa, un «organismo» que había completado su ciclo vital y cuyas agonías de la época generaban una atmósfera apocalíptica, el relato de Trotski sobre la Revolución de Octubre anunciaba una era de liberación. En París, Aimé Césaire, un estudiante de Martinica, creaba con el poeta senegalés Léopold Sédar Senghor el movimiento de la negritud. Césaire estaba cerca del surrealismo y era miembro del Partido Comunista francés. En 1935, fundó la revista L’Étudiant noir, en la cual publicó una crítica radical del «asimilacionismo» y reivindicó su identidad negra como una forma de orgullo racial. «Servidumbre y asimilación se asemejan una a otra», escribió: ambas eran «formas de pasividad» a las que él oponía el camino de la «emancipación», que significaba «acción y creación[599]». La identidad negra también significaba el redescubrimiento de una tradición olvidada o bloqueada de luchas de liberación. En 1938, James publicó Los jacobinos negros, un libro que reconstruye e interpreta la Revolución Haitiana: «La transformación de los esclavos, que temblaban de a cientos frente a un solo hombre blanco, en un pueblo capaz de organizarse y derrotar a las poderosas naciones de su época[600]».

Las tres banderas de la revolución colonial mencionadas por Benedict Anderson —socialismo, antimperialismo y liberación nacional— no podían estar permanentemente entrelazadas. En ocasiones, su coexistencia era una fuente de tensiones y conflictos. Si se consideran estas potenciales antinomias, una tipología de los intelectuales revolucionarios del Sur podría incluir tres grupos diferentes: cosmopolitas arraigados, revolucionarios telúricos e internacionalistas sin raíces. Estas tendencias son, desde luego, «tipos ideales» que podrían muy bien mezclarse dentro de un único movimiento e incluso constituir diferentes etapas en la trayectoria existencial y política de un mismo intelectual revolucionario. Hay muchos ejemplos de esta compleja dialéctica entre internacionalismo y nacionalismo, lo universal y lo particular.

Acuñado por Mitchell Cohen, el concepto de «cosmopolitismo arraigado» discierne muy bien el estatus de muchos intelectuales que participaron en diversos movimientos revolucionarios, escribieron en varias lenguas y vivieron periodos más o menos prolongados de exilio sin perder un vínculo profundo con su país natal[601]. Ho Chi Minh, por ejemplo, pasó casi treinta años en diferentes países y continentes, pero finalmente tuvo un papel dirigente en la Revolución vietnamita. Entre 1911 y 1941 vivió en París, Nueva York, Londres, Moscú, Cantón, Shanghái, Whampoa y Hong Kong, pero tras la derrota francesa pudo regresar a Vietnam y asumir el liderazgo de la lucha armada contra la ocupación japonesa.



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